La casa de la que no pude salir
Nunca fui supersticioso, pero después de lo que viví, ahora no soy capaz de mirar a una casa antigua sin un miedo visceral. Yo vivía solo en un apartamento modesto, sin muchas aspiraciones. Un día, tras una larga semana de trabajo, recibí una llamada inesperada. Era un desconocido que se presentó como el abogado de una tía lejana que acababa de fallecer. “Te dejo una propiedad”, dijo. No sabía de qué hablaba, pero acepté, pensándolo como una curiosidad más que otra cosa. La casa estaba en un pequeño pueblo, alejada de todo.
Al principio, me sentí un poco incómodo al llegar. Era una casa vieja, de esas que tienen el aire cargado de polvo y abandono, como si el tiempo se hubiera detenido dentro de sus paredes. Las ventanas estaban cubiertas por cortinas gruesas, y el aire olía a humedad. Cuando entré, el sonido de mis pasos resonaba en todo el lugar. Pero lo que más me sorprendió fue la sensación de ser observado, como si alguien estuviera al acecho en algún rincón oscuro. La casa estaba vacía, excepto por algunos muebles rotos y una escalera que subía al segundo piso.
La primera noche no pude dormir. El sonido de las maderas crujir mientras caminaba me mantenía alerta. A lo lejos, oía lo que me pareció un susurro, pero cuando me asomaba al pasillo no había nada. Pensé que era mi mente jugándome trucos debido al estrés, pero esa misma noche, escuché claramente una puerta cerrarse en el piso superior. Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Subí las escaleras con lentitud, cada escalón crujía bajo mi peso. Cuando llegué al final de la escalera, sentí una corriente fría y algo me impulsó a mirar al fondo del pasillo. Vi una sombra… solo una sombra de algo que se deslizaba rápidamente hacia una de las habitaciones.
La curiosidad me llevó a acercarme. No podía creer lo que veía, pero ahí estaba, una figura borrosa, con una cara que parecía retorcerse en una expresión de dolor eterno. La figura desapareció al instante. Sentí un nudo en el estómago y decidí bajar, con la sensación de que algo no estaba bien. Al día siguiente, decidí investigar la casa. Encontré una vieja caja en el ático. Dentro había fotografías, cartas y un diario antiguo. Al leerlo, descubrí que la casa había sido de una familia que sufrió una tragedia: la hija pequeña había desaparecido misteriosamente, y desde entonces, cosas extrañas sucedían en ese lugar.
No me atreví a quedarme otra noche. Recogí mis cosas rápidamente, pero cuando estaba por salir, la puerta principal no se abrió. Algo estaba bloqueando la entrada. Me giré hacia el vestíbulo, y la misma sombra apareció, pero esta vez más cerca, casi tangible. Podía escuchar su respiración, lenta y profunda, como si estuviera esperando que la mirara. La puerta de salida se cerró con fuerza, como si una fuerza invisible la hubiera atrancado.
Entonces, las luces comenzaron a parpadear y un susurro comenzó a llenarme la cabeza: “No te vayas”. Quise gritar, pero no pude. Sentí un peso sobre mi pecho, como si la misma casa me estuviera aplastando. Mientras la oscuridad me envolvía, una mano fría tocó mi hombro, y pude oír un susurro espantoso: “Te dije que no te fueras…”
De repente, la puerta se abrió con un estruendo, y salí corriendo de la casa, sin mirar atrás. Nunca volví, y aunque intenté investigar más sobre la propiedad, no pude encontrar información adicional sobre la familia ni sobre la niña desaparecida. La casa, como si fuera un ser vivo, había desaparecido de todos los mapas.
A veces, cuando cierro los ojos, siento que esa sombra sigue detrás de mí. Y a veces, escucho un susurro que me dice: “Te estoy esperando…”
Nunca más volví a ver esa casa, pero sé que sigue allí. Esperando.